miércoles, 29 de diciembre de 2010

Del Olmo no se lo merece


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Así se lo decía Pujol a Luis del Olmo en el curso de un programa que me decidió a no volver a escuchar Onda Cero. Pujol, uno de los personajes más nefastos y dañinos de la Historia de España y raíz de buena parte de las desgracias que ahora padecemos, le decía condescendiente a Luis del Olmo que tenía ocupaciones, pero que, como ya había comprometido la entrevista con él, había aplicado el principio de “Del Olmo no se lo merece” y allí estaba ante sus micrófonos. Pujol sabía lo que se decía porque había entregado no pocas concesiones de radio a Luis del Olmo en los años anteriores – a la vez que acosaba a la COPE, a otra COPE muy distinta de la actual – y el locutor del Bierzo había hecho mucho, muchísimo por negar ante toda España lo que el nacionalismo catalán perpetraba un día sí y otro también.

Naturalmente, no se me ocurriría sugerir que Del Olmo cobraba su abyecto comportamiento en emisoras. Lejos de mi ni pensarlo siquiera. Del Olmo sí que reprendió a algún oyente que se atrevió a llamar al programa para quejarse de lo que hacían los nacionalistas. Repito que lo recuerdo porque a partir de ese programa me dije – y lo cumplí – que a Luis del Olmo lo iba a escuchar su madre que en gloria esté. Del Olmo que ha sabido pasar – sin carnet que yo sepa - del Movimiento a la UCD, de la UCD al felipismo, del felipismo al PP y del PP a ZP pasando por Pujol dio muestras repetidas en tiempos recientes de que no podía soportar a Federico. Lo entiendo. La honradez y la cultura de Federico comparadas con… Del Olmo constituyen una afirmación rotunda de que es posible hacer radio sin ser obsequiosos con el poder. Hace unas horas, Luis del Olmo ha sido objeto de un homenaje. En la reunión – creo que en vascuence se dice akelarre – estuvieron presentes Rubalcaba, Iñaki Gabilondo, María Antonia Iglesías, Ónega y tutti quanti. En un momento determinado, Del Olmo comentó que su sueño era la fusión de COPE, Onda Cero y Punto Radio, un extremo que José María García – que lleva siglos en el banquillo y parece que no tirara ya su último penalti – se apresuró a apoyar. A decir verdad, creo que pocas cosas le podrían satisfacer más a la progresía y a los nacionalismos que el proyecto de Del Olmo. A un lado, la izquierda de la SER y de la cadena de Roures que no existe, pero acabará existiendo y, al otro, una derecha emasculada que haga el papel del partido campesino en la Polonia comunista, es decir, lo que el tonto en el sermón, pero además sirviendo de coartada a esta casta política que está hundiendo España a ojos vista. Y lo peor no es que Del Olmo sueñe con semejante engendro sino que el mencionarlo ha resucitado algunos de los peores temores y rumores que circularon por COPE antes de que nos echaran a Federico y a mi. No lo había contado hasta ahora, pero entonces se insistía en que la dirección de la casa no estaba cometiendo un error mayúsculo al echarnos a los dos, sino que perseguía de manera consciente y decidida arruinar COPE para luego, hecha unos zorros, venderla a precio de saldo a Vocento. Incluso se mencionaban algunos nombres del PP que, supuestamente, veían con buenos ojos la operación. No creí yo aquello entonces porque no me entraba en la cabeza que los obispos fueran tan rematadamente necios como para permitir que les quitaran el pan de debajo del sobaco – y perdonen ustedes el casticismo – y tampoco pensaba que hubieran cedido al sector nacionalista de la Conferencia episcopal y pensaran liquidar COPE. Sigo resistiéndome a creerlo, pero las palabras de Del Olmo han vuelto a desatar esos rumores como si se correspondieran a una realidad. Insisto: me niego a creerlo. Sería demasiado grave. Al parecer, al final del homenaje a Del Olmo, hubo gente que pidió a gritos que Rubalcaba le diera alguna medalla, la que fuera. Teniendo en cuenta que a la gente de la UMD le han concedido una condecoración militar por su valentía, no veo por qué no. Del Olmo se lo merece.

Del Blog de Cesar Vidal

viernes, 24 de diciembre de 2010

jueves, 23 de diciembre de 2010

Un subidón de adrenalina

No es la economía, es la Libertad, idiota

Elconfidencial.com. Javier Benegas
Es más que evidente que nos encontramos ante un cambio, casi un terremoto al que han puesto sordina, que es ya imposible parar. La gran cuestión es qué traerá consigo. Y, por ahora, mucho me temo que no será la Libertad ni el derecho a decidir que tanta falta nos hace. Porque si hay algo que caracteriza la mentalidad de los europeos –y, muy especialmente, la nuestra- es esa fascinación por la gran mentira sobre la que ya nos previno Hölderlin al escribir que “lo que ha hecho siempre del estado un infierno sobre la tierra es precisamente que el hombre ha intentado hacer de él su paraíso”.

El mayor problema no es tanto ya la decadencia de los supuestos valores occidentales, sino la pérdida casi completa de nuestra libertad individual. Y ello se ha hecho especialmente visible en el terreno de lo económico. Estamos prácticamente impedidos para emprender y crear riqueza. Las ideologías de izquierda y derecha, ambas obstinadas en planificar nuestras sociedades y reducir a la mínima expresión el ámbito de competencia de los individuos, han transformado a las personas en parias.

Pero lo peor de todo, lo que nos llena de un asfixiante pesimismo, es que ni la izquierda ni la derecha tienen previsto reformar este modelo político. Muy al contrario: ambas defienden con obscena vehemencia el actual status quo. Y se sienten cómodas combatiendo por el poder bajo unas reglas no escritas que limitan el daño infligido al adversario. En consecuencia, las víctimas son los ciudadanos.

Mientras José Luis Rodríguez Zapatero dice proveernos de “libertades”, la Libertad es reducida a su mínima expresión. Por su parte, Mariano Rajoy, aparentemente inocuo e indeciso, hace lo suyo excluyendo obstinadamente de su programa cualquier medida que vaya más allá de las reformas económicas. Y, por último, respecto a esa otra derecha que anida en el Partido Popular, valga como muestra el equivocado análisis de que hay que quitar competencias a las autonomías para devolverlas al Estado, cuando lo que realmente hace falta es devolver esas competencias a los ciudadanos.

Entre unos y otros, apenas queda resquicio para la transformación que necesitamos. Y tanto el PSOE como el PP, izquierda y derecha al uso patrio, parecen estar de acuerdo en lo fundamental: mantener a raya a los españoles.

Siempre se ha dicho que los españoles somos gente de extremos, porque vamos de la calma a la tempestad sin aviso previo; que somos seres viscerales, irreflexivos, temperamentales y demás sandeces. Esta socorrida imagen nos convierte en eternos adolescentes a los que hay que tutelar y atar en corto. Pero se omite que, en España, los gobernantes no han tenido sensibilidad alguna para ahorrar padecimientos a sus gobernados. Y una y otra vez han sobrepasado todas las líneas rojas con total impunidad, al no existir mecanismos de control que pudieran evitarlo. Hoy esos mecanismos siguen sin existir. Y por eso se genera la engañosa sensación de que la sociedad está anestesiada.

Si existiera una verdadera democracia, si los diputados fueran elegidos por distrito, si el poder judicial estuviera a salvo de los partidos políticos y los legisladores votaran en conciencia y de forma coherente con lo demandado por sus votantes, hace tiempo que los españoles habrían manifestado su desacuerdo y, lejos de verse abocados a ser seres implosivos y viscerales o, en su defecto, sin sangre en las venas, el sentido común habría prevalecido y, con él, el instinto de supervivencia.

Pero no. En España, la gente, los ciudadanos, los electores, sólo tienen a su alcance una papeleta trucada cada cuatro años. Un voto que, una vez es depositado en la urna, pone en marcha una maquinaria letal que es imposible parar. Y, si uno lo piensa detenidamente, esta democracia nuestra produce aprensión.

Estando así las cosas, es triste ver cómo la impotencia sólo alcanza ya a generar discursos voluntaristas, que abogan por poner en marcha nuevos negocios e ideas a tumba abierta, de tal forma que diríase que la solución queda reducida a contar con un ejército de heroicos emprendedores dispuestos a inmolarse en el altar de lo imposible. Ni una cosa ni la otra. No necesitamos que estos políticos que padecemos nos solucionen los problemas, porque es cierto que debemos ser nosotros quienes asumamos determinados riesgos. Ahora bien, para aceptar nuestra responsabilidad en el ámbito de lo privado antes deben devolvernos nuestra libertad individual y, de paso, sanear el sistema. Y para eso, o bien seguimos el guión del españolito que va de la calma a la tempestad sin mediar aviso, o bien de entre tanto político sin entrañas surge algún héroe, quizás un suicida, capaz de poner las bases de una profunda reforma.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Espectaculares fotografias de lugares en que se rodaron peliculas de ciencia ficcion

Exploring the locations of famous sci-fi films - Travel content by Trazzler - Salon.com

Jamón, jamón

ISLAM Y OCCIDENTE
Jamón, jamón
Por Narcio Álvarez Quintana

La mesa está servida nuevamente. La noticia es simple y nada sorprendente: un alumno musulmán se siente ofendido porque su profesor se refiere al jamón durante una clase para ilustrar una explicación. Éste le aclara que no se trata de una alusión religiosa. Bien aleccionado al parecer, el alumno cuenta la anécdota a sus padres, que se apresuran a denunciar al profesor por un presunto delito de "maltrato de obra con motivaciones xenófobas".
Es de notar que, en los últimos tiempos, los musulmanes parecen tener los nervios algo tensos, y acusan de xenofobia, de herir su sensibilidad y hasta de blasfemia a quien se atreve a hablar delante de ellos de tradiciones culinarias ajenas a las suyas, de fiestas cristianas o de la presencia de crucifijos en las aulas. Siempre han asistido a clase hijos de padres librepensadores, ateos, judíos o con cualquier otra concepción del mundo, sin que ninguno se molestara por alusiones a la Navidad o a la Semana Santa, a la cría de cerdos, a productos obtenidos de dicho animal, etcétera, ni concediera importancia alguna a éstas u otras cuestiones. No se saque a relucir al franquismo y todas sus parafernalias reales o ficticias, porque durante la transición a la democracia y hasta hace poco nada así sucedía.

Gonzalo Guijarro, portavoz de la Asociación de Profesores de Institutos de Andalucía (APIA), considera que se trata de unas de las nefastas consecuencias de la doctrina del multiculturalismo. Tiene razón, pero eso no es todo. Lo triste es que existe una gran confusión conceptual: muchas personas creen de buena fe que por multiculturalismo se entiende la convivencia pacifica de las distintas culturas. Nada más lejos de la realidad: el multiculturalismo consiste en considerar equivalentes todas las culturas, darles idéntico valor, de modo que es preciso respetar todos sus principios, leyes y costumbres. Por este camino, habrá que respetar la práctica de la antropofagia o del incesto entre los inmigrantes que tengan ambas prácticas por tradicionales.

No hace mucho tiempo se entablaron descabelladas discusiones en el seno de la Unión Europea a propósito de la ablación del clítoris de las niñas. Hubo quien no se limitó a exigir respeto para tan abominable práctica, sino que reclamó que se practicara en los hospitales con el fin de que se observaran las necesarias reglas de higiene. Otros insólitos defensores de semejante barbaridad llegaron a compararla con la circuncisión que en el judaísmo (y en el islam, por si lo han olvidado) se practica a los varones, absurdo explicable sobre todo por la creciente judeofobia europea: pues, a diferencia de lo que ocurre en la clitoridectomía, esa operación no consiste en la eliminación de órgano alguno, ni afecta de ningún modo la salud o la estabilidad emocional y sexual del circuncidado.

Algunos padres que no profesan la religión islámica han manifestado su desacuerdo con la presencia de crucifijos en las aulas. Eso no cambia las cosas. La intolerancia no es un defecto exclusivo del islam. Todos ellos, profesen o no alguna religión, se niegan a aceptar algo establecido desde épocas lejanas y que, quieran o no, es propio de la mayoría de la población española. El caso es que exigen para sí mismos lo que son incapaces de brindar a otros.

La tolerancia, según estas personas, parece consistir sólo en que se respeten sus propios sentimientos, pruritos y reticencias. Ellos no ofrecen lo mismo a cambio, ni en los países islámicos ni, por lo visto ahora, en los restantes: quienes piensan de otro modo no pueden manifestar sus ideas y creencias, so pena de ofender a una minoría que pretende imponer sus leyes en un país que ha acogido a inmigrantes de creencias y concepciones muy diversas. En el caso que ha motivado estas reflexiones, el niño que dio lugar a la denuncia contra el profesor es español por nacimiento, pero no sus padres. Fueron acogidos por una sociedad de credo y organización diferentes a las suyas. Una sociedad a la que pretenden transformar.

Es curioso que, junto a fenómenos semejantes, subsista la discriminación hacia los iberoamericanos en algunos sectores de la población española. Y más curioso aún es que no se haya oído hablar nunca de denuncias de ecuatorianos o de peruanos porque se les llame "sudacas"; o porque, ante alguna injusticia o actitud incomprensible, se les diga que se vuelvan a "su país", posean o no la nacionalidad española; o porque se les considere menos cualificados que los nativos en cualquier materia, o porque las peculiaridades de su español susciten burlas.

La inmigración musulmana de la pasada década no criticaba los símbolos religiosos ni las costumbres de los cristianos. Ahora está haciéndose cada vez más agresiva.

Tenemos mucho que aprender sobre tolerancia, porque no tenemos en absoluto claro en qué consiste esa virtud. Por lo demás, ha llegado el momento de que el gobierno establezca con claridad los límites de dicha tolerancia, que precise los derechos y deberes de las minorías. No se aduzca que la religión debe ser un asunto privado, porque el menor y los padres del caso del jamón no parecen compartir esa consideración. El respeto y las exigencias que de esta sagrada noción se derivan son un derecho de todos, no sólo de ciertos grupos.

Ha llegado la hora de que España –y el resto de Europa– deje claro qué lugar corresponde a cada grupo en la sociedad. Es tiempo de decir al islam que no tiene derecho a exigir a Occidente lo que no permite en sus países. No debe existir tolerancia con quienes no son tolerantes, ni cabe el respeto al que no respeta. ¿Han venido a crearse una vida nueva? Pues se les ha acogido bien. No pueden pretender imponer sus costumbres ni sus leyes, ni intentar destruir la columna vertebral de nuestro modo de vida. ¿Son ajenos al mundo occidental? Tienen países de sobra en los que imperan sus leyes y costumbres. Si no les gusta nuestro modo de vida, es hora de que, en lugar de intentar modificarlo a su manera, se replanteen su permanencia entre nosotros, que no vamos a sus tierras a imponernos ni a decirles qué deben hacer. Y que no se nos eche en cara la historia de las Cruzadas: podríamos replicar, por nuestra parte, y por sólo citar un ejemplo, con el asedio otomano a Viena.

Creo que vivimos momentos de decisión; y, como creía Oriana Fallaci,

hay momentos en la vida donde hablar es una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico al cual uno no puede sustraerse.



NARCIO ÁLVAREZ QUINTANA, escritor, ex preso político cubano.

narcioalvarez@yahoo.com